“PORQUE YO EN VERDAD SOY VUESTRA MADRE COMPASIVA, TUYA Y DE TODOS LOS
HOMBRES QUE EN ESTA TIERRA ESTÁIS EN UNO, Y
DE LAS DEMÁS VARIADAS ESTIRPES DE HOMBRES, MIS AMADORES, LOS QUE A MÍ CLAMEN,
LOS QUE ME BUSQUEN, LOS QUE CONFÍEN EN MÍ, PORQUE
ALLÍ LES ESCUCHARÉ SU LLANTO, SU TRISTEZA, PARA REMEDIAR PARA CURAR TODAS SUS
DIFERENTES PENAS, SUS MISERIAS, SUS DOLORES. Y
PARA REALIZAR LO QUE PRETENDE MI COMPASIVA MIRADA MISERICORDIOSA.”
En estos días con motivo de la fiesta de nuestra Madre de
Guadalupe, hemos reflexionado que importante ha sido María para nosotros en
nuestra vocación misionera y en cada una de las etapas de nuestra vida.
Ella ha estado tan cercana y ha marcado profundamente la
infancia de ambos. Adriana estudió en un colegio guadalupano y Alfonso aprendió
de su Madre a rezar el rosario y la fe tan del pueblo y tan fuerte en María de
Guadalupe; después en nuestra adolescencia y juventud con los salesianos
aprendimos a confiar en ella y a presentarle nuestros proyectos, como
Auxiliadora de los Cristianos.
Nuestro matrimonio fue y es una fiesta muy especial ya que la
víspera fue durante la celebración de la virgen del Carmen, nos casamos en
Chapala Jalisco y curiosamente cerca del lugar donde nos hospedamos había una
capilla dedicada a la virgen del Carmen y por supuesto fiesta, recuerdo entrar
a la capilla y un dialogo muy especial con Maríaa en aquellos momentos llenos
de nervios y llenos de esperanza pedimos a ella la ayuda y la guía para nuestro
matrimonio.
La boda fue en una capilla dedicada a la virgen de Lourdes a
quien al final de la misa ofrecimos nuestra vida y la vida de nuestros futuros
hijos ahora presentes hijos ya jóvenes y adolescentes.
En el Verbum Dei María ocupa un lugar único, imprescindible e
insustituible; ella acompaña nuestras laboriosas jornadas misioneras como lo
dicen nuestras constituciones. Siempre nos ha llamado la atención la anécdota
de Jaime Bonet encomendando en su adolescencia su vocación a María con aquella
ilusión y sorpresa de quien encuentra un tesoro pero a la vez tiene miedo de
perderlo.
Una de las imágenes y experiencias más fuertes en nuestra mente y corazón, ha sido cuando
llegábamos a Puebla México (nuestro anterior destino misionero). Era el primer
día que estábamos ahí, en una noche lluviosa, con nuestros cuatro pequeños
hijos durmiendo en el auto y con la vista de la ciudad delante de nosotros. Una ciudad nueva, sin conocer a
nadie solo un sacerdote salesiano y apenas conociendo un matrimonio a quien nos
habían recomendado. Comenzamos a rezar tres aves Marías y a ofrecerle a María
nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros hijos y a pedirle que bendijera
aquella locura de un matrimonio misionero que deja todo para compartir un
carisma en una ciudad.
Y María escucho nuestra suplica e intercedió por nosotros y
los primeros en acogernos fueron de la Legión de María y nuestro primer retiro
fue un 8 de diciembre día de la inmaculada concepción y Dios bendijo nuestra
vida.
Ahora en 2014, después de un año y medio en Filipinas, aun
nos sentimos a la periferia de nuestra misión, por muchas circunstancias, entre
ellas que aún no dominamos el idioma, hablamos y comprendemos ya el inglés pero
aun no le hemos entrado al bisaya, lo que es una barrera. Estamos ajustando la
dinámica familiar que ha sido intensísima por lo que hemos vivido, con el
cambio de país y todo lo que esto ha supuesto para nuestros hijos, apenas nos
sentimos superando esta situación.
Cuantos sentimientos en el corazón parecidos a cuando
llegamos a Puebla con miedo, confusión, muchas preguntas pero con la certeza de
que María acompaña nuestra misión y ella nos impulsa y anima.
Estamos comenzando a vivir en Filipinas como una zona
eclesial; hay bastantes retos en este sentido, además en Cagayán de Oro en la
que estamos esta también iniciando una configuración diferente y apenas tenemos
unos meses iniciando la misión con todas las realidades de la familia desde
niños hasta adultos, cada una de ellas acompañadas por laicos como
responsables. Con todo esto los matrimonios en el curso de formación terminarán
a mediados del próximo año su etapa formativa lo que implica el reto de buscar
el mejor lugar y método para que estudien teología. Algunos otros matrimonios
han comenzado a expresar el deseo de discernir su vocación y poder iniciar un
camino formativo para descubrir si están llamados también a ser matrimonios
misioneros.
En el corazón Dios nos invita a dedicarnos a la misión a
tiempo completo, pero tenemos tantos retos, tenemos miedo, estamos confundidos
en algunos momentos, nos sentimos débiles pero a la vez nos sentimos tan amados
y vemos como ha sido Dios tan providente con nosotros por más de 20 años que no
podemos dudar.
Hermanos les pedimos su oración a María para que como Madre
nos muestre el camino, nos dé la certeza y nos acompañe cada día que podamos
integrar el ser buenos padres y buenos misioneros, para ser más valientes y más
consagrados.
Poncho y Adriana