viernes, 20 de septiembre de 2013

No Tengas Miedo.


En estos días cumpliremos tres meses de estar aquí en Filipinas. Muchos sentimientos vienen al corazón: alegría, esperanza, riesgo, pero también mucho miedo.  Quizá también María experimentó miedo y por eso, el saludo del ángel iniciaba diciendo: “No temas María” (Lc. 1,30).  

 Lo hemos puesto todo en las manos de Dios: nuestras vidas, profesiones, familia, país de origen, cultura, idioma, amigos, apostolado y hemos querido confiar plenamente en El. Lo hemos dejado todo y tenemos la certeza de que El lleva la obra. Pero ¿Por qué experimentamos miedo?

Tenemos miedo ante los cambios tan drásticos que hemos pasado, miedo ante las diferencias culturales que vivimos, miedo ante el futuro de nuestros hijos, miedo a no poder expresarnos en otro idioma, miedo ante la situación económica, miedo a no saber cómo será esto…


Muchas luchas interiores también están presentes en la vida misionera.  A veces creemos que las principales dificultades que enfrentamos son el cambio de país o de cultura, pero no es verdad, la principal dificultad somos nosotros mismos y nuestros miedos.

Nos hemos acostumbrado a mirar el mundo desde una estructura donde todo está clasificado:  buenos y malos, ricos y pobres, americanos y asiáticos, creyentes y no creyentes, etc.  El Señor nos está ensanchando el corazón y nos quiere enseñar otros criterios para mirar a nuestro alrededor:   Sus ojos de Padre.

Y nos seguimos preguntando  ¿por qué hay miedo? Y poco a poco, descubrimos que nos resistimos a romper las estructuras que nos impiden mirar al hombre como Dios lo mira. Estas estructuras humanas generan miedo porque cada uno se esconde detrás de la bandera que defiende.  Estructuras que nos impiden ver que detrás de ese muro que ponemos para defendernos, se encuentra un hermano.

Muchas veces nos hemos preguntado ¿Por qué será que Dios nos trajo a Filipinas? Muy probablemente hemos venido para que El rompa nuestros esquemas tan estrechos.  Sabíamos en la teoría que cada hombre es nuestro hermano y hasta lo habíamos predicado, pero creemos que hemos llegado aquí para aprender a vivirlo.

Es alarmante la violencia que se enfrenta en muchos países, incluso en la propia isla en la que vivimos hay problemas muy fuertes entre musulmanes y católicos.  En esos momentos de miedo y de dolor, resuenan en el corazón las palabras de San Juan:En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor (I Juan 4,18).  ¿Cómo enfrentar los miedos? ¿existe el amor perfecto?  El Amor no es una utopía o un sentimiento, el Amor es el nombre de Dios.  Sólo un amor como el del Padre nos permite ver a los demás como hermanos y no como una amenaza.



Ayúdanos Señor a vencer los miedos que nos separan, los miedos que nos dividen, que generan guerras,  ataques, violencia. Los miedos que hemos convertido en murallas y que nos impiden vernos como auténticos hermanos, hijos de un mismo Padre.  Tú que eres el Amor perfecto, enséñanos a amar sin miedo.

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