jueves, 27 de febrero de 2014

"Abrázate de Mi, Yo te daré la fuerza para desprenderte y seguirme"



Querida familia: 

El mes pasado viví un momento muy doloroso después de la muerte de mi padre. Yo viajaba para México el día 27 de enero del 2014, porque me habían avisado que mi padre estaba enfermo y como familia deseábamos tener un momento de acercamiento a Dios y entre nosotros.

Sin embargo, Dios tiene sus caminos. Mi padre murió ese mismo día, 27 de enero, mientras yo viajaba a México para verlo. Cuando llegué al aeropuerto, vi el rostro de mi hermana Marcela e inmediatamente lo intuí: Mi padre ya estaba en el cielo. Yo no paraba de llorar, me sentía demasiado triste.



Aún en medio del dolor, fui consciente que el Señor me preparó para ese momento, a través de Su Palabra. Un domingo antes, cuando escuché el Evangelio experimenté una intuición en mi corazón: "Despídete de tu Padre y sígueme" porque en la Eucaristía se leyó la cita de Mateo:

"Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo"

En esa Eucaristía, al momento de recibir la comunión, experimente su presencia: "Abrázate de Mi, Yo te daré la fuerza para desprenderte y seguirme". Sin embargo, no lo entendí en ese momento.

Cuando llegué al funeral, mi hermana Cristina me dijo que mi papá murió con la certeza de que me había visto, que se había despedido de mi. El le dijo que después de recibir la comunión me vio. Le explicó que llegué a despedirme y según mi papá, yo le había dicho que estaba muy feliz en Filipinas, dando "mis conferencias" como el decía.

Cuando mi hermana me comentó todo esto, yo recordé el momento en el que recibí la comunión en la misa del domingo anterior y en el que experimenté una unión tan fuerte con Jesús que me ayudó a entender, que Su amor y su fidelidad son en todo momento. Que somos parte del mismo cuerpo de Cristo y que estando unidos a El, podemos dar Vida abundante: "El que permanece unido a Mi, ese da mucho fruto" (Jn. 15).

Cuando comprendí esa unión tan fuerte entre Jesús y los que le seguimos, vino una paz y un gozo enorme a mi corazón. Me di cuenta que "mis caminos no son sus caminos" (Is. 55) y que El sabía la mejor manera en la que yo podía ayudar a mi padre y al resto de mi familia: Permaneciendo unida a El.

Antes de regresar a Filipinas, el Señor me concedió un hermoso regalo: Poder vivir un retiro de fin de semana con mi mamá, mis hermanos, mis cuñados y mis sobrinos. Sólo la muerte de mi padre hizo posible todo esto. Mi familia en torno a la Palabra de Dios y recibiendo el sacramento de la confesión y de la comunión. 

He regresado a Filipinas, he tenido la vivencia de la segunda parte de la cita de Mateo, cuando, después de dejar a su Padre, recorría Galilea enseñando en todos los pueblos...  En estos días no he parado de predicar, de escuchar, de enseñar, de compartir la fe a mis hermanos filipinos en Manila, en Mindanao e incluso acabo de regresar de Cebú. 

Ahora más que nunca, experimento una unión tan fuerte con Jesús, desde mi consagración como matrimonio misionero. El me ha renovado la llamada y el motivo de por qué y para qué le seguimos como familia. Su amor y su fidelidad, duran por siempre.

Adriana Ochoa


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