jueves, 6 de febrero de 2014

Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc. 2, 4-20). Crónica de nuestra celebración navideña.



Aunque con poco más de un mes de retraso, queremos compartir con ustedes uno de los momentos más significativos que hemos tenido como familia fuera de nuestro país: “la celebración navideña”.



En los 20 años que llevamos de casados había sido una tradición estar con nuestros padres, teníamos un acuerdo: un año pasábamos navidad en Irapuato y al siguiente en Guadalajara. Por lo la imagen que había en nuestras mentes cuando hablábamos de navidad era familia, abuelos, hermanos, primos.
Conforme se iba acercando la fecha aumentaba la nostalgia de la familia y se recordaba las típicas cenas, los cantos los intercambios, etc. Y había un sentir unánime en nuestros hijos. Este año no habrá navidad porque no estaremos con nuestra familia. Definitivamente había melancolía al pensar en la fecha.


Después de muchos diálogos y valorando varias opciones tomamos una decisión un tanto extraña, no pasaríamos navidad en fiesta, es decir cena, música, etc. Sino queríamos pasar navidad en “silencio” quizá como en la cueva de Belén con la oportunidad de contemplar solamente y dar posada a Jesús.
Hacía muy poco habíamos oído de un Monasterio benedictino que está a pocas horas de Cagayán, hablamos para ver si era posible estar ahí la noche buena y nos respondieron que si. 





Lo hablamos con nuestros hijos y bueno pues fuimos.  Lo platicamos con los matrimonios del curso y sorprendentemente uno de ellos nos pidieron por favor les dejáramos ir con nosotros. Aceptamos y al final se unieron 6 personas más.
Salimos el 24 temprano a Malay Balay en las montañas de Mindanao, un lugar muy bonito y bueno llegamos a la casa de huéspedes que tienen los monjes, por todos lados letreros invitando al silencio y el mismo ambiente se prestaba.


Una vez ahí organizamos dinámicas como familia, cada familia por separado porque la idea era hablar en el propio lenguaje. Tuvimos momentos muy bellos para compartir como familia nuestros sentimientos más profundos, ¿cómo estábamos hasta ahora?, después hicimos una pequeña reflexión y dinámica y elaboramos una tarjeta navideña para dárnosla a media noche.  Muy temprano como se acostumbra aquí, tuvimos la cena una cena sencilla, nos preparamos para participar en la misa que tenían en el convento la cual erá abierta a la gente de las ciudades cercanas, después de la misa por cierto muy nutritiva y ya casi a la media noche nos reunimos como familia sin cena sin música casi entre susurros por el ambiente de silencio que se pide en el lugar, intercambiamos las tarjetas, nos dimos un abrazo tan afectivo como hacía mucho no lo hacíamos. Traíamos unas manzanas que fueron nuestra cena navideña. Y bueno pasando la media noche fuimos a la capilla del santísimo (sagrario) y ahí estuvimos orando y compartiendo con Jesús tantos sentimiento en nuestro corazón, al menos estuvimos dos horas contemplando, agradeciendo, pidiendo en silencio, nos sorprendió mucho que dos de nuestros hijos estuvieron ahí con un interés y animo mayor quizá que el nuestro como adultos.



Al siguiente día fue también muy rico tuvimos un momento de recordar los momentos agradables a lo largo de nuestra historia familiar ya que muchas veces los que se fijan en nuestra mente son los malos recuerdos, pero nos dimos cuenta que tenemos muchos buenos recuerdos, agradecimos tanto lo que tenemos y somos.




Este día 25 Dios se hizo presente también a través también de un anciano sacerdote benedictino que estuvo un rato con nosotros y en el que pudimos ver paz en su mirada y una sonrisa esplendida, la gracia de la fidelidad a su vocación y la alegría contagiosa. 
Al final de la jornada cuando compartíamos entre nosotros y con la otra familia que estuvo ahí haciendo sus dinámicas paralelamente, la expresión de ellos era muy clara, ha sido una de las mejores navidades de mi vida. Tuvimos la oportunidad de escucharnos, de dialogar, de perdonarnos y de contemplar y reflexionar el misterio de Dios hecho carne, que como nos decía el sacerdote en la Homilía es una invitación a Morir para nacer de nuevo, nacer al espíritu. Navidad es nacimiento, nacer ya no de la carne sino del Espíritu para ser hombres y mujeres nuevos en Cristo.  


Dios está tocando nuestra puerta y esta navidad ha sido una llamada insistente a abrir para mirar hacia adentro ayudo mucho no tener distractores externos, y nos dimos cuenta que una verdadera navidad es el lugar de la escucha de la comprensión, de la paz fruto del  perdón y que si no hay esto aunque tengamos una gran fiesta y estemos rodeados de personas no es realmente navidad.

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